sábado, 11 de mayo de 2013

DIARIO DE UN VIAJE A ARGENTINA


Capítulo 26 – La vuelta a Buenos Aires
Después de un larguísimo viaje desde Jujuy, la vuelta a Buenos Aires supuso el principio del fin de nuestro viaje.
A primera vista Buenos Aires es una ciudad inabarcable, pues es tan grande y con tantas connotaciones sentimentales que difícilmente en catorce o quince días pasas de hacerte una ligera idea de sus posibilidades.
Además las distancias son enormes y acabas cansado a poco que andes por sus diferentes barrios.
Nosotros hemos hecho nuestros recorridos en una doble faceta:
Por una parte recorridos culturales: museos, sitios históricos, edificios emblemáticos, etc.
Por otra de paseantes para medir el ritmo de la ciudad y sus habitantes, vagabundeos por calles y barrios para empaparnos de la vida real, de cómo viven en esa inmensa ciudad.
De la primera parte cabe destacar el Museo Nacional de Bellas Artes con una colección de pintura y escultura interesantísima. También  es interesantísimo el MALBA (Museo de Arte Latinoamericano). Ambos están relativamente cerca aunque es difícil verlos en una sola jornada pues tanto en los alrededores del MALBA como del Museo de Bellas Artes hay muchas cosas que ver.
El MALBA está situado en Palermo y rodeado de extraordinarios jardines, el Jardín Japonés, La Rosaleda, etc, donde es fácil perderse y quedarse aislado de la ciudad y sus ruidos y aglomeraciones.
Por su parte el Museo de Bellas Artes está rodeado de otros muchos espacios y monumentos en el barrio de Recoleta. Cerca está el Cementerio, la Biblioteca Nacional, el Centro Cultural Recoleta, etc.
En esa zona, Recoleta, se hace los sábados uno de esos mercadillos de artesanía donde uno puede encontrar de casi todo además de escuchar músicos callejeros, ver malabaristas, etc.
Otra zona interesante es la Avenida de Mayo entre la Plaza de Mayo y la del Congreso. En ella además de la riqueza arquitectónica se encuentran el famoso Café Tordoni y los 39 Billares junto con el Museo del Tango y una estatua del Pensador de Rodin en la Plaza del Congreso. Es un buen sitio para pasear tranquilamente mirando, y si logras abstraerte del ruido y las muchedumbres de personas y coches, disfrutar imaginando como pudo ser el Buenos Aires de la primera mitad del siglo pasado.
En nuestros recorridos otro día nos dedicamos a caminar por la famosa calle Corrientes, inmensa avenida repleta de teatros, tiendas, librerías, bares y gente.
Si caminas por ella y te vas alejando del centro llegas al barrio del Abasto, barrio poblado mayoritariamente por judíos donde es fácil ver a estos con sus gorritos o con sombreros típicos de paseo, de compras o negocios, y a niños saliendo de la escuela.
En este barrio está el Museo de Carlos Gardel, en la antigua casa donde vivió con su madre.
Es un barrio tranquilo y sosegado, donde hay muchas casas pintadas con alegorías al pasado tanguero del barrio con esos dibujos tan típicos de Buenos Aires que después se reflejan en los “filetes” que decoran las paredes de muchos bares y tascas porteños.
Cerca de Abasto hay una “zona comercial” que mas parece un mercadillo callejero donde a uno le da cierto miedo pasar pues la tensión se nota en el ambiente. Está alrededor de una estación de trenes y es un conjunto enorme de puestos tirados en la calle con todo tipo de productos de dudosa procedencia y sobre todo muy baratos. Allí se concentra la mayoría de los inmigrantes y se ven casi en exclusiva en Buenos Aires negros africanos con los consabidos relojes, gafas, etc.
Nosotros nos alojábamos en Palermo Hollywood, una zona del inmenso barrio de Palermo, pero en este barrio hay que darse un paseo por el Palermo Viejo, que son los restos de la antigua fisonomía del barrio, lleno de comercios y tabernas y, actualmente, lugar de moda donde abundan galerías de arte y tiendas de diseño.
Otro barrio divertido e interesante es Belgrano, un antiguo barrio que actualmente tiene mucha vida ya que hay muchos bares, restaurantes y comercios.
En él está la casa-museo del escritor Enrique Larreta que es una casa con jardín donde vivió el escritor y que contiene además de una colección de cuadros y retablos unos magníficos jardines en pleno centro del bullicio de la ciudad.
En Belgrano está también el Barrio Chino de Buenos Aires, curiosa mezcla de chino-porteños y muy visitado los fines de semana. También los sábados hay un mercadillo de productos ecológicos y comida donde los porteños compran, comen y disfrutan en un bonito parque.
También volvimos otra vez a La Boca, ésta con mas tiempo para poder disfrutar de las oleadas de turistas que visitan el barrio y además llevarle a Guillermo Alio unas fotos que le prometimos en nuestra visita anterior.
La verdad es que en ese trozo del barrio hay siempre un bullicio extraordinario y la gente hace cola para sacarse fotos con los/as bailarines/as de tango que trajeados andan por allí. Nuestra visita a Guillermo Alio, como la anterior, fue muy gratificante pues con él se puede estar hablando una eternidad de cualquier tema y el tiempo se pasa volando. Además pude completar una serie de fotos de colorines que me había dejado la vez anterior.
Por último el barrio porteño por excelencia para pasar unos días en Buenos Aires, San Telmo.
San Telmo es como una isla de tranquilidad y relajo dentro de Buenos Aires. Por sus calles caminan muchísimos turistas, pero también la variopinta gente del barrio y se pierde el bullicio y las prisas de otras partes de Buenos Aires para pasear tranquilamente curioseando las innumerables tiendas o tomando algo en cualquier terraza de cualquier esquina.
Nosotros estuvimos los domingos que es cuando ocupan medio barrio con un inmenso mercadillo tipo El Rastro madrileño donde hay de todo lo imaginable. Además hay cantidad de espectáculos callejeros y sobre todo magníficos tangueros.
Por la tarde en la Plaza Dorrego se organiza una milonga donde los profesores y alumnos de las diferentes escuelas de tango ponen en práctica lo aprendido y además el público baila también. Es impresionante ver a gente joven o mayor bailar como en los bailes de pueblo antiguamente.
Todo esto ha dado de si nuestra visita a Buenos Aires en este final de viaje. La sensación que provoca es el de una ciudad inabarcable y donde se necesitarían muchos meses para poder asentarte y enterarte un poco de cómo late, pues en dos semanas no te da tiempo casi ni de situarte.