Ancash
tierra de nevados
Después
de muchos días sin escribir nada retomo mi narración en la
tranquilidad de Trujillo.
Mi
estancia en Huaraz ha sido una profunda contradicción. Por una
parte, volver a la cordillera, que supone volver a las subidas y
bajadas casi infinitas pues los valles son muy estrechos y apenas
tienen mas visibilidad que unas empinadas pendientes casi infinitas
en la altura y por otra descubrir el centro de los Andes peruanos una
inmensa mirada a los innumerables glaciares que coronan las cimas de
la cordillera como espectáculo para los andarines y escaladores
conquistadores de récords, es casi una orgía. Pueden ir a donde
quieran y siempre les supondrá un desafío, con riesgo o no depende
de su osadía.
Para
el resto de los mortales se queda en el espectáculo visual al paso
del microbús que los lleve a destinos más concretos.
En
mi recorrido, y como me gustan mas las piedras que dudar, me he
limitado a visitar Chavín de Huantar, un templo de aproximadamente
2000 o 3000 años antes que los incas donde los sacerdotes ejercían
y dominaban toda una serie de recursos para el dominio del agua y
sobre todo de la luz y del sonido.
El
templo, pese a lo poco que se puede apreciar, impresiona. Las
explicaciones que te dan los guías se ciñen a un conglomerado de
datos y nombres con añadidos de la cosmogonía andina y de las
representaciones de los relieves y objetos allí encontrados muy
difíciles de retener.
Esta
cultura chavín es la primera que se puede considerar tal, a la
espera de los estudios en Caral todavía en fase incipiente. Se sabe
que tenían contactos con el norte de Ecuador por las caracolas
encontradas en las excavaciones y dominaban perfectamente el arte de
la piedra.
Aparte
de la zona arqueológica hay un esplendido museo con la mayoría de
los restos allí encontrados, impresionante la colección de “cabezas
clavas” que decoraban las paredes exteriores del templo. Por otra
parte, fui a ver la laguna Llanganuco que en si no es gran cosa, pero
está enclavada entre dos nevados espectaculares y en medio de la
cordillera.
Para
mi suerte, en este viaje la tengo, ambos días llovió durante las
excursiones, así que no lo pude disfrutar como me hubiese gustado.
Por
lo demás Huaraz es un pueblo andino como todos, un conglomerado de
turistas, negocios y ruido de tráfico. Menos mal que lejos del ruido
y de la gente encontré una placita con un bar con excelente café,
que me sirvió de refugio del bullicio circundante.
Lastima
el viaje a Trujillo ya que fui a coger el único autobús del mundo
con las ventanas con una especie de cortinillas donde era imposible
fotografiar nada.
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