miércoles, 8 de mayo de 2019

HUARAZ


Ancash tierra de nevados
Después de muchos días sin escribir nada retomo mi narración en la tranquilidad de Trujillo.
Mi estancia en Huaraz ha sido una profunda contradicción. Por una parte, volver a la cordillera, que supone volver a las subidas y bajadas casi infinitas pues los valles son muy estrechos y apenas tienen mas visibilidad que unas empinadas pendientes casi infinitas en la altura y por otra descubrir el centro de los Andes peruanos una inmensa mirada a los innumerables glaciares que coronan las cimas de la cordillera como espectáculo para los andarines y escaladores conquistadores de récords, es casi una orgía. Pueden ir a donde quieran y siempre les supondrá un desafío, con riesgo o no depende de su osadía.
Para el resto de los mortales se queda en el espectáculo visual al paso del microbús que los lleve a destinos más concretos.
En mi recorrido, y como me gustan mas las piedras que dudar, me he limitado a visitar Chavín de Huantar, un templo de aproximadamente 2000 o 3000 años antes que los incas donde los sacerdotes ejercían y dominaban toda una serie de recursos para el dominio del agua y sobre todo de la luz y del sonido.
El templo, pese a lo poco que se puede apreciar, impresiona. Las explicaciones que te dan los guías se ciñen a un conglomerado de datos y nombres con añadidos de la cosmogonía andina y de las representaciones de los relieves y objetos allí encontrados muy difíciles de retener.
Esta cultura chavín es la primera que se puede considerar tal, a la espera de los estudios en Caral todavía en fase incipiente. Se sabe que tenían contactos con el norte de Ecuador por las caracolas encontradas en las excavaciones y dominaban perfectamente el arte de la piedra.
Aparte de la zona arqueológica hay un esplendido museo con la mayoría de los restos allí encontrados, impresionante la colección de “cabezas clavas” que decoraban las paredes exteriores del templo. Por otra parte, fui a ver la laguna Llanganuco que en si no es gran cosa, pero está enclavada entre dos nevados espectaculares y en medio de la cordillera.
Para mi suerte, en este viaje la tengo, ambos días llovió durante las excursiones, así que no lo pude disfrutar como me hubiese gustado.
Por lo demás Huaraz es un pueblo andino como todos, un conglomerado de turistas, negocios y ruido de tráfico. Menos mal que lejos del ruido y de la gente encontré una placita con un bar con excelente café, que me sirvió de refugio del bullicio circundante.
Lastima el viaje a Trujillo ya que fui a coger el único autobús del mundo con las ventanas con una especie de cortinillas donde era imposible fotografiar nada.

























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