sábado, 18 de mayo de 2019

EN CHICLAYO


Entre Mochicas y Lambayeques
La salida de Trujillo después de una inyección en vena de las culturas Moche y Chimú ha venido a completarse con la llegada a Chiclayo y Lambayeque y las visitas a los diversos museos y huacas, entre ellas la Huaca Rajada donde descubrieron las tumbas de los señores de Sipán.
Aquí se entremezcla con restos de la cultura Lambayeque que es posterior.
Los museos son impresionantes por la cantidad de joyas, mascaras, cerámicas, etc. expuestas, así como a través de las iconografías de los restos, del desarrollo de sus costumbres, ritos, etc. ya que muchos de los objetos reproducidos en esos dibujos se han encontrado en las excavaciones y se encuentran en los museos.
Una cosa digna de destacar es que en las excavaciones, así como se han encontrado una cantidad inimaginable de objetos, no hay como en Trujillo edificios al descubierto pues los cerros de arena que los sepultan están muy deteriorados por el fenómeno del Niño y los interiores muy dañados lo que hace que los dejen protegidos por esa arena y saquen los restos y ajuares allí enterrados.
De todas formas, vistas las dos fases, edificios en Trujillo y ajuares en Chiclayo uno se da cuenta de la grandiosidad de la cultura moche y de cómo debió de transcurrir su vida, al menos la de las castas dirigentes, y la grandiosidad de sus ritos y ceremonias.
En otro orden de cosas Chiclayo es una ciudad absolutamente caótica. Caótica en todos los sentidos: tráfico, gente, calles, etc.
Esta absolutamente colapsada en todos los aspectos y además es fea a rabiar. Según me han dicho no tuvo pasado colonial y empezó a desarrollarse en la época republicana, así que no hay edificios históricos más allá de los de 1900. Pasò de tener poca importancia a tener casi un millón de habitantes en la actualidad.
En los alrededores se ha destruido el bosque autóctono y se ha sustituido por inmensos arrozales, caña de azúcar y multitud de ingenios y fábricas de transformación de arroz, así que no es difícil tropezarte por esas carreteras con enormes camiones cargados de caña de azúcar o sacos con arroz.
Volviendo a Chiclayo y paseando por sus calles, uno no gana para sobresaltos, cuando no son los coches o las motos son los mismos peatones los que te atropellan. Por dar miedo, da miedo hasta ponerte a hacer fotos, no vaya a ser que alguien se moleste y te monte una pirula.
Hoy estaba haciendo una foto a un hospital y el guarda me ha hecho ir a pedir permiso a una oficina pues no se pueden al parecer hacer sin permiso.
Otra de las cosas curiosas es la poca capacidad y/o experiencia en la organización de los tours turísticos. En toda mi experiencia viajera jamás me habían metido en uno que no fuera el mío, hasta el otro día. Quizá es que fui a dar con la agencia más nefasta, pero me pasó. Menos mal que era otro que tenía programado y no pasó nada.
Así que aquí estoy, en Chiclayo, soportando, quizá es muy fuerte decirlo, el alboroto callejero de ruido, gente tráfico y otros.
De todas maneras, tampoco es para tanto si tenemos en cuenta que no tengo cosas importantes que hacer ni prisas.















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