Valparaíso
Ahora que llevo varios días en Valparaíso y ya domino un
poco su espacio empiezo a sentirme como pez en el agua.
Aparte de ser una ciudad agotadora para recorrer, pues
aparte de las cuatro avenidas llanas que discurren paralelas al puerto lo demás
y lo más típico esta en los distintos cerros que la circundan y estos son una
trabajera de subir y bajar, que, aunque en parte se soluciona con los numerosos
ascensores (funiculares) que te suben a cada uno de ellos, no te quita que en
los paseos y calles siempre estés o subiendo o bajando.
Por lo demás Valparaíso, Valpo para los lugareños, es una auténtica
ciudad portuaria que en otros tiempos, más esplendorosos que estos, debió ser
magnifica como centro de reunión y sitio de recalada de marinos y aventureros
de toda índole.
Hoy día, está absolutamente recubierta no ya de grafitis
muy interesantes, que también, sino de pintadas de todo tipo, la mayoría de
ellas de esas que solo sirven para ensuciar las paredes o para desgraciar las
verdaderas obras de arte que recubren sus paredes.
El centro, la parte llana,
rebosa de casonas modernistas que ocupan cuadras enteras y que con peor
o mejor fortuna, en cuanto a su estado de conservación, muestran su pasado
esplendoroso de siglos atrás cuando era lugar de transito de todo el comercio
que pasaba del Pacifico al Atlántico para llegar a Europa.
La gente es muy bulliciosa y refleja ese espíritu abierto
de los habitantes costeros donde las cosas no parecen importar demasiado y si
la relación personal.
En contraste el otro día fui a Viña del Mar y es una ciudad
grande con todo el borde del mar ocupado por edificios nuevos y altísimos
rodeados de jardines privados y donde me sentí tan fuera de ambiente que ni
siquiera saque una sola foto.
Un poco más al norte de Viña del Mar sí que estuve en un
pueblo, Concón, que a pesar de ser también lugar de veraneo está construido a
nivel humano y se ve mucho más relajado.
Allí estuve en una playa tomada por los surferos y pese a
que había mucha niebla sí que pude sentirme a gusto oyendo el impresionante
ruido del mar, que pese a llamarse Pacifico, creo que no está muy bien
denominado.
Voy comprendiendo por que los chilenos no son muy de playa
pues impresiona ver ese mar romper con olas de varios metros relativamente
cerca de la orilla.
La verdad es que para los aficionados a las olas debe ser
un paraíso pues además están delimitadas las playas no aptas para el baño, con
lo cual no deben preocuparse por los bañistas ni compartir el espacio.
Por fin hoy he conocido la tercera casa de Neruda, la de
Isla Negra y sí que por primera vez en el viaje he sentido que podría vivir en
ese trozo de costa. Está situada como una hora al sur de Valparaíso y es un
tramo de costa especialmente atractivo tanto por su morfología como por su
proximidad al mar. No me extraña que le gustara tanto.
Por otra parte el diseño de la casa, como el de las otras
dos, lleva a uno a imaginarse lo caprichoso que era y lo que le gustaban las
comodidades.
Aparte de sus numerosas colecciones, de casi todo,
impresiona la presencia intensa del océano en su entorno, no ya por las vistas,
sino por su ruido incesante del batir del oleaje sobre los acantilados y sobre
todo la sensación de estar dentro del agua presente en todas las estancias de
la casa.
En fin una casa hecha a capricho y donde desarrolló gran
parte de su obra.
De vuelta a Valparaíso todo se vuelve más prosaico y
mundanal y vuelve la actividad desaforada de la gente, el ruido del tráfico,
los autobuseros locos que parecen ir en una carrera sin fin y los turistas como
yo a seguir filosofando y fotografiando esa realidad que se nos escapa.
MAS FOTOS
No hay comentarios:
Publicar un comentario