jueves, 12 de marzo de 2015

VIAJE A SUDAMERICA - VALPARAISO 1

Valparaíso


Ahora que llevo varios días en Valparaíso y ya domino un poco su espacio empiezo a sentirme como pez en el agua.
Aparte de ser una ciudad agotadora para recorrer, pues aparte de las cuatro avenidas llanas que discurren paralelas al puerto lo demás y lo más típico esta en los distintos cerros que la circundan y estos son una trabajera de subir y bajar, que, aunque en parte se soluciona con los numerosos ascensores (funiculares) que te suben a cada uno de ellos, no te quita que en los paseos y calles siempre estés o subiendo o bajando.
Por lo demás Valparaíso, Valpo para los lugareños, es una auténtica ciudad portuaria que en otros tiempos, más esplendorosos que estos, debió ser magnifica como centro de reunión y sitio de recalada de marinos y aventureros de toda índole.
Hoy día, está absolutamente recubierta no ya de grafitis muy interesantes, que también, sino de pintadas de todo tipo, la mayoría de ellas de esas que solo sirven para ensuciar las paredes o para desgraciar las verdaderas obras de arte que recubren sus paredes.
El centro, la parte llana,  rebosa de casonas modernistas que ocupan cuadras enteras y que con peor o mejor fortuna, en cuanto a su estado de conservación, muestran su pasado esplendoroso de siglos atrás cuando era lugar de transito de todo el comercio que pasaba del Pacifico al Atlántico para llegar a Europa.
La gente es muy bulliciosa y refleja ese espíritu abierto de los habitantes costeros donde las cosas no parecen importar demasiado y si la relación personal.
En contraste el otro día fui a Viña del Mar y es una ciudad grande con todo el borde del mar ocupado por edificios nuevos y altísimos rodeados de jardines privados y donde me sentí tan fuera de ambiente que ni siquiera saque una sola foto.
Un poco más al norte de Viña del Mar sí que estuve en un pueblo, Concón, que a pesar de ser también lugar de veraneo está construido a nivel humano y se ve mucho más relajado.
Allí estuve en una playa tomada por los surferos y pese a que había mucha niebla sí que pude sentirme a gusto oyendo el impresionante ruido del mar, que pese a llamarse Pacifico, creo que no está muy bien denominado.
Voy comprendiendo por que los chilenos no son muy de playa pues impresiona ver ese mar romper con olas de varios metros relativamente cerca de la orilla.
La verdad es que para los aficionados a las olas debe ser un paraíso pues además están delimitadas las playas no aptas para el baño, con lo cual no deben preocuparse por los bañistas ni compartir el espacio.
Por fin hoy he conocido la tercera casa de Neruda, la de Isla Negra y sí que por primera vez en el viaje he sentido que podría vivir en ese trozo de costa. Está situada como una hora al sur de Valparaíso y es un tramo de costa especialmente atractivo tanto por su morfología como por su proximidad al mar. No me extraña que le gustara tanto.
Por otra parte el diseño de la casa, como el de las otras dos, lleva a uno a imaginarse lo caprichoso que era y lo que le gustaban las comodidades.
Aparte de sus numerosas colecciones, de casi todo, impresiona la presencia intensa del océano en su entorno, no ya por las vistas, sino por su ruido incesante del batir del oleaje sobre los acantilados y sobre todo la sensación de estar dentro del agua presente en todas las estancias de la casa.
En fin una casa hecha a capricho y donde desarrolló gran parte de su obra.
De vuelta a Valparaíso todo se vuelve más prosaico y mundanal y vuelve la actividad desaforada de la gente, el ruido del tráfico, los autobuseros locos que parecen ir en una carrera sin fin y los turistas como yo a seguir filosofando y fotografiando esa realidad que se nos escapa.











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