Copacabana
Mi estancia en Copacabana ha estado marcada por la
frustración de no atreverme a visitar las islas. Tanto la Isla del Sol como la
de la Luna que albergan importantes restos incas.
Explico lo de la frustración. Después de la experiencia de
Taquile y dado que la orografía de las islas hace que dichos restos estén en
sitios altos no me he encontrado con fuerzas para afrontar una visita. Quizá es
el producto de la edad por el cansancio acumulado mas la altura por encima de 8500
m s m pero la verdad es que no me he visto con fuerzas para intentarlo.
Por lo demás estos tres días en Copacabana me han servido
para hacer un alto y prácticamente comer, tomar café y contemplar esta
localidad que efectivamente es muy curiosa.
Es un pueblo pequeño pero un emporio turístico en ciernes
lleno de bares y hostales y por consecuencia de turistas. En la calle que hay
desde el centro hasta la orilla del lago hay una mezcla de bares, agencias
turísticas, tiendas de artesanías, etc. que parece una calle cualquiera de
cualquier pueblo turístico si no fuera por la mezcolanza de razas y aspectos de
los que por allí transitan. Por otra parte hay un acoso al turista a ver si
entra en el que anuncian, si bien al final da lo mismo uno que otro pues a la
hora de comer todos ponen lo mismo y al mismo precio. Es curiosa que la mayoría
de los reclamadores de clientes es argentino, me explicaban que vienen muchos a
trabajar porque los lugareños tienen peor relación con los turistas y no saben
tratarlos y recurren a estos que trabajan un tiempo siguen sus viajes o vuelven
después de la temporada.
La verdad es que los bolivianos son gente muy hosca y de
trato, si no difícil, si al menos desconcertante, después del ¡hola amigo! su
opción es que compres algo o consumas. Por lo demás jamás te cuentan cosas del
país o de la gente y si les preguntas son parcos en las explicaciones. Parece
que sigue en pie ese complejo de que los extranjeros están para los negocios y
no hay que mezclarse mucho con ellos, además cuando paseas y te encuentras con
locales jamás te miran de frente aunque están absolutamente controlando lo que
haces, sobre todo si llevas una cámara de fotos. La verdad es que no me extraña
ese recelo pues en líneas generales los turistas tenemos muy poca educación y
ningún decoro a la hora de fotografiar, sobre todo a la gente. Imagino si en
una calle de cualquier ciudad europea uno se pusiese a fotografiar a la gente
como si fueran edificios o jardines. ¿Cuál sería nuestra reacción? Un poco lo
controlo por los pescadores de Zahara y su guerra a las fotos y sé que es
molesto y provoca reacciones no siempre agradables.
En fin, poco más de contar de Copacabana como no sea que está
en un sitio precioso paisajísticamente y que para pasar unos días de
tranquilidad está muy bien pues es muy agradable sobre todo la ribera del lago
donde te puedes quedar verdaderamente colgado lejos de todo y de todos. Una
verdadera maravilla es un santuario enorme dedicado a la Virgen de Copacabana
que ocupa el centro del pueblo y que es un espectáculo en si mismo.
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