viernes, 3 de abril de 2015

VIAJE A SUDAMERICA - SAN PEDRO DE ACATAMA 2



El lunes el madrugón fue mayor pues nos recogían a las cuatro y media para llegar a los geiseres del Tatio antes del amanecer. Así que nos subimos al micro y entre dormidos y despiertos llegamos a la entrada del recinto y al bajarnos a pagar la entrada nos dijeron que estábamos a menos seis grados. Efectivamente hacia un frio notable que al principio no sentías mucho pero que al estar fuera del microbús un par de minutos te calaba hasta los huesos, sobre todo en las manos y los pies.
Una vez pagada la entrada nos fuimos al campo de los geiseres aun de noche cerrada.
Allí el espectáculo es fascinante pues es una explanada donde se ven muchísimas fumarolas del vapor de agua de los geiseres. Los hay continuos y otros que sale el agua a intervalos de uno o dos minutos. Sueltan un chorro de agua y vuelven a no soltar nada.
El campo de geiseres es de por sí ya digno de verse, pero más con los cientos de turistas que nos congregamos allí deseosos de ver y fotografiar el espectáculo. Pululando por cualquier parte del campo y haciendo las cosas más extrañas. Acercarse a que les bañe el vapor, aunque es peligroso intentar hacer la foto o el video más bonito, o posar delante de uno de ellos en la actitud más extraña posible.
Después de tomarnos un café calentito que nos prepararon los de la agencia nos fuimos a otro campo cercano donde aparte de los geiseres hay una charca de agua caliente para que los más calientes se den un buen baño. Efectivamente hubo mucha gente que se lo dio, increíble, cuatro mil quinientos metros de altitud, cinco grados bajo cero, las siete y media u ocho de la mañana y la gente en bañador bañándose entre nubes de vapor de agua que manan de la tierra. Para verlo y sentirlo.
Poco a poco el frio va amainando y los cuerpos se acostumbran y a media mañana, ya bajando de los geiseres, la gente vamos quitándonos ropas.
En la bajada nos paramos en unos humedales que hay que pertenecen al rio Putana donde viven varias especies de patos y aves. Es un lugar precioso, con unos colores impresionantes y donde yo me hubiese quedado mucho más rato del que estuvimos.
A continuación después de las consabidas vicuñas y vizcachas nos paramos en una aldea, Machuca, para que pudiésemos saborear empanas de queso de cabra y pinchitos de llama. Por cierto deliciosas.
Allí estuvimos un rato y me impresiono mucho como en cuestión de diez minutos el pueblo pasaba de estar repleto de turistas a estar desierto. Junto al pueblo en las riberas del rio había una fauna interesante que le daba a este un colorido y una vida propia de zonas que están a muy inferior altitud.
Finalmente volvimos a San Pedro de Atacama a tiempo para comer y con esa sensación de que a pesar de haber estado ocho horas había sido muy corto.
Después de pasarme la tarde del lunes y la mañana del martes dando tumbos por el pueblo y descubriendo que hay más allá de Caracoles, amenizado de un surtido de cafés en las terrazas, el martes por la tarde culminé mi ciclo excursionista con la visita al Valle de la Luna y al de la Muerte (perversión de Marte) cita obligada de todo visitante atacameño que se precie.
Ambos valles forman parte de la Cordillera de la Sal y en esencia son formaciones rocoso-arenosas que fruto de la erosión han ido formando un paisaje de dunas, colinas y rocas de muchas formas y colores. Aparte de la belleza puramente geológica también impresiona la masificación. Son un incesante núcleo de micros y turistas que marcan mucho la visita a estos lugares pues esa masificación no te permite disfrutar de la hermosura con el suficiente sosiego, que para mí resulta poco menos que imprescindible.
Pero lo más increíble es como de reúnen cientos de turistas justo a la hora que se pone el sol para, desde la plataforma sobre el Salar rendir culto a la puesta de este. Es como un mercadillo en el que hay de todo y casi pones más atención en el personal congregado que en la propia puesta de sol.
No obstante la vista de toda la explanada del Salar, rodeado de cordilleras y la inmensidad del panorama que se divisa hace que merezca la pena la visita.
Me llamó mucho la atención la insensibilidad de los turistas que, pese a que los guías y en las entradas de los parques se hacen toda una serie de recomendaciones, se las saltan a la torera mostrando muy poca sensibilidad con el medio, que es bastante sensible al deterioro.

De la misma manera creo que por lo general los humanos tendemos a estar más a gusto en medio de la masificación, casi como si esta nos reafirmase en que lo que visitamos o hacemos es lo más de los más y como que la soledad al contemplar un paisaje o hacer una caminata no nos hace disfrutar si no es en compañía, en bastante compañía. 















1 comentario:

  1. ¡¡ Qué fotos has logrado, chavalín !! ya sabía yo que harías buenas fotos en ese singular paisaje, presentas un cosmo-viaje al futuro, hoy. El texto que has escrito en esta etapa también sugiere mucho; cuánto me alegro que hayas tenido vivencias e inspiración ( y la generosidad de contárnoslas). Desde nuestra España te envío un fuerte abrazo, fuerte, fuerte por si se desgasta algo en el camino.

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