El
Valle Sagrado no es para viejos.
Tras
realizar un “tour” por el Valle Sagrado de los incas se impone
una conclusión, no es un lugar para viejos.
En
el tour visitamos varios lugares emblemáticos. Comenzamos en
Chinchero que es un bonito pueblo convertido en un gran bazar. Tiene
una zona arqueológica, situada justo debajo de la iglesia y la plaza
colonial y una serie de terrazas de cultivo que dan una visión de la
grandiosidad del paraje. Por lo demás todo el pueblo es un ir y
venir de turistas de toda edad y condición deambulando por sus
callecitas y tratando de esquivar como pueden a los vendedores con
sus reclamos.
Otro
lugar que visitamos fue Moray donde según nos explicó el guía
existió una especie de laboratorio de cultivos pues las terrazas
están escalonadas con una diferencia de más o menos medio grado, lo
cual da opción a experimentar con cultivos. Las terrazas son de
forma circular lo que impide que en las esquinas se concrete más
calor.
Tras
de Moray nos llevaron a las salinas de Maras, de extraordinaria
belleza y de donde se extrae una sal que dicen comparable a la del
Himalaya.
Después
de comer fuimos a Ollantaytambo y el guía pretendía que subiera a
lo alto de la fortaleza.
Después
de echar unas risas y convencerle que uno sabe a donde puede y a
donde no puede ir, ellos subieron y otros varios viajeros y yo nos
hicimos el circuito plano.
Finalmente
fuimos a Pisac a ver otra fortaleza inca. Esta es más fácil porque
llegas y entras casi en la parte alta.
En
resumen, muchas piedras y la apreciación personal de que los incas
siempre construían en sitios nada planos siempre en zonas rocosas y
escarpadas.
En
todos los sitios las explicaciones tienen que ver con la cosmogonía
suya y obedecen casi más a cosa religiosa.
Aparte
de la belleza paisajística del valle y de las distintas zonas de
cultivo es tal la acumulación de restos arqueológicos, información
cultural de los habitantes del valle y de sus oficios que necesitare
tiempo para procesarlo.
La
otra parte del “tour” es la humana. Estas excursiones logran
juntar a gente de todo tipo y condición. En el caso que nos ocupa
resulto curioso que aparte de una pareja de chilenos, que viajaban
con su hija y su yerno, que eran un poco más mayores, los demás
eran jóvenes, excepto yo, con lo cual me adoptaron y todos estaban
pendientes de mí. También les chocò mucho que viajara solo y que
no me preocupara mucho de las piedras ni del Machu-Pichu, que es la
obsesión de todo viajero al Cuzco. Por lo comentado la mayoría
viajaba mas por lo antiguo que por lo actual, con lo cual, desde mi
punto de vista, se pierden una de las mejores partes de todo viaje
que consiste en cotejar la vida real de los sitios que visitas.
En
el trayecto y en los sitios arqueológicos hacían lo mismo que
nosotros miles de personas, un incesante trafico de “micros” y
autobuses medianos que dejaban y recogían gente sin cesar formando
atascos enormes.
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