Experiencia
Machu-Pichu
Después
de sopesar varias opciones decidí coger una que consistía en ir en
una “micro” hasta un sitio que se llama la Hidroeléctrica y de
allí, aunque la mayoría de los viajeros de las “micros” iban a
hacerlo andando, subir en tren hasta Aguas Calientes o Machu-Pichu
pueblo.
Allí
me quedaría una noche y al mañana siguiente prontito, iría en
“bus” hasta la puerta para ver “Machu-Pichu”. Mas tarde
volvería a bajar en “bus” al pueblo y haría el camino inverso
hasta la Hidroeléctrica donde una “micro” me devolvería al
Cuzco.
Dicho
así se suponía que todo estaba controlado y bien medido por los
organizadores de la agencia.
Craso
error, en cada punto se suponía que había una persona que tenía su
parte controlada, pero eso solo funciona en teoría. La primera parte
funciono muy bien, en la Hidroeléctrica me esperaba una chica que me
facilito la comida y el billete hasta Aguas Calientes. A partir de
ahí todo fue el caos, la persona que nos recogió en Aguas Calientes
nos llevo a un hostal que se suponía que teníamos reservado, se
marcho antes de registrarnos u nuestra sorpresa fue que no existía
la reserva. Después de innumerables consultas telefónicas por parte
de todos, finalmente a una chica colombiana y a mi nos llevaron a
otro.
Mas
tarde, en la cena la guía estuvo con nosotros tratando todo lo
relativo a la organización del día siguiente, billetes, horarios,
etc.
Bien,
parecía que todo estaba controlado, perro no.
La
primera parte la visita a Machu Pichu se cumplió bien en los
horarios, el guía se presento a tiempo, todo bien, pero el grupo en
el que iba no debía contar con el tiempo atmosférico, pues amaneció
nublado y lloviznando y la frustración, al llegar donde la foto que
todos conocemos y no ver apenas nada, hizo aflorar diversos cabreos
que recayeron en el guía, como si el tuviera la culpa.
Total,
un tira y afloja entre los que querían y no querían la explicación,
sobre laminas pues no se veía nada.
Total,
que decidió explicarnos lo que es Machu Pichu y dejarnos a nuestro
libre albedrío.
Poco
a poco fue despejando y supongo que todo el mundo pudo hacerse la
foto con la señal de la victoria y al fondo la ciudadela. Yo, por mi
parte, hice las mías, no tantas como hubiera podido hacer si hubiera
habido menos gente.
Ese
es el verdadero problema de esta zona, està sobresaturada de
turistas, es un circo mediático en el que miles y miles participan,
cada uno con sus razones, y que con semejante masificación hace muy
difícil el disfrute que un sitio así podría proporcionarnos al
menos, a mí que soporto bastante mal las aglomeraciones.
La
realidad es que la ciudadela esta bien conservada y no defrauda en
cuanto a la grandiosidad de todos conocida.
De
vuelta a Agus Calientes pude verla de día.
Absolutamente
repleta de bares, tiendas, etc., como cualquier sitio turístico,
todo es reclamo para que consumas.
Bien,
pues me di un paseo y me fui a la estación de tren a esperar a mi
contacto para coger un tren hasta la Hidroeléctrica. Habíamos
quedado media hora antes del tren, pero no llego. El tren se fue y yo
allí sin saber que hacer. Me fui al restaurante donde habíamos
cenado y allí vía teléfono me resolvieron todo con una amabilidad
pasmosa.
Total,
que vino la guía y sacamos billete para el siguiente tren y
corroboro que la “micro” que iba a devolverme a Cuzco me
esperaría.
Efectivamente
así fue y por fin regrese a la tranquilidad de Cuzco.
La
reflexión que yo me hago es si merece la pena ir a algunos lugares
mitificados por los mercados, donde en vez de disfrutar casi
consigues cabrearte por la forma en que te tratan, excesivas normas,
rutas señalizadas que no puedes deshacer, masificación, etc.
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